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Ecuador - Quito
Por Luz Modroño | 12/12/2020 | Feminismos Fuentes: https://tribunafeminista.elplural.com/ Un recorrido con muchos obstáculos sobre los derechos de las mujeres a nivel mundial A setenta y dos años de la Declaración Universal de los Derechos Humanos, aún queda un largo recorrido para conseguir su universalización, que constituye su esencia. En 1948 existían precedentes (en EEUU, Francia…), declaraciones en materia de DDHH, pero ese año marcó un nuevo hito: por primera vez se hablaba de universalización; por primera vez, se reconocían tanto la necesidad de su cumplimiento en cualquier rincón del planeta como la de aunar esfuerzos, públicos y privados, para lograr esa meta. Y, por primera vez, se hacía mención expresa a la discriminación por sexo y se lograba hablar de personas como un intento claro y consciente de inclusión de ambos géneros. El sexo como objeto de discriminación se situaba en el mismo plano que el color, la raza, el idioma o la religión. Un triunfo de las representantes de la República Dominicana, México y Brasil frente a la globalización pretendida por Eleonor Roosevelt, quien consideraba que la diferenciación erainnecesaria. Las tesis de Hansa Mehta conseguirían imponerse, cambiando la redacción de “todos los hombres” por la de “todas las personas”. La misma polémica se desarrolló en torno a la creación de un organismo específico para las mujeres. La delegación americana consideraba que dicho organismo sentaría las bases para que los asuntos relacionados con ellas pasara a segundo término. Su propuesta pretendía que se trataran dentro del Consejo Económico y Social, lo que sin duda hubiera, una vez más, supuesto un estancamiento cuando no un retroceso. Afortunadamente, está tesis no prosperó, saliendo adelante la Comisión de la Condición Jurídica y Social de la Mujer. Su trabajo se centrará en formular Convenciones que comprometieran a los países firmantes a mejorar las condiciones de la mujeres y en crear conciencia en torno a su situación en los diferentes países. Trabajo no exento de dificultades ante la negativa a proporcionar dato alguno de muchos de ellos y el escaso respaldo recibido por EEUU en los primeros tiempos. En 1953 se aprueba la Convención de los Derechos Políticos de las Mujeres, la de los Derechos en el Matrimonio, conseguía establecer la edad mínima para ello así como los derechos de la mujer casada y participó en los trabajos de la OIT relativos a la igualdad de salario por igual trabajo. Sin embargo, el trabajo de implementación y Asunción por parte de los diferentes países seguirá siendo harto difícil. Por fin, en 1979 se crea CEDAW, la Convención para la eliminación de cualquier forma de discriminación sobre la mujer, cuya vinculación jurídica supuso un importante paso más. En 1975, de celebra la Primera Conferencia Mundial sobre la Mujer, primera de toda una serie de ellas que permitirá que la conciencia sobre la específica discriminación mundial de la mujer vaya calando en Estados, instituciones y en la calle. Porque la lucha por la Igualdad también debe llevarse a todos y cada uno de los hogares, de los centros de trabajo, de los lugares de ocio, de las escuelas… exige políticas institucionales coordinadas, organismos de observación, implicaciones estatales pero también cambio del imaginario colectivo, exige que la conciencia por la igualdad sea profundamente asumida tanto a nivel colectivo cómo individual y exige que ese cambio de mentalidad penetre profundamente en todas las esferas, en todos los seres humanos. En 1987 y en el marco de la Tercera conferencia Mundial se logra elevar las cuestiones de género a categorías transversales, dejando de ser temas independientes y se logra que la violencia de género pase a ocupar el primer puesto en los debates internacionales. En 1995 nace la plataforma de Acción Beijing en el marco de la Cuarta Conferencia que logró crear una nueva Oficina de la ONU para la igualdad de género y, por fin, en julio de 2010 se crea ONU Mujeres que empeza a funcionar en enero del año siguiente. Cómo vemos, cientos de Convenciones, Cartas, Pactos y desarrollos articulares han seguido produciéndose desde aquel lejano 1948, pero la universalización de los derechos aún queda lejos de ser una realidad. Guerras, pobreza, prejuicios, estereotipos, exclusiones, trata de personas… siguen sacudiendo las entrañas de un planeta que antepone el crecimiento desorbitado de unas minorías -ya se trate de países entre sí o de personas dentro de un mismo país- a la distribución equitativa de los recursos. Y, especialmente, en lo que atañe a las mujeres y niñas. ONU Mujeres tiene aún un largo camino por delante. A setenta y dos años de aquel 10 de diciembre, las mujeres debemos seguir luchando por nuestra emancipación, por conseguir la eliminación de políticas misóginas que atacan al corazón mismo de los DDHH, que no es otra cosa que la igualdad. Un amplio movimiento mundial, en el que cada vez está involucrado un mayor número de mujeres y también de hombres, avanza sensiblemente hacia la meta ansiada, empuja la historia hacia la eliminación de cualquier tipo de privilegio. Pero aunque, fundamentalmente en los países occidentales, los avances han sido muy considerables, queda aún mucho camino por recorrer. La agenda feminista es larga y muchos los escalones que aún quedan por subir: la representación política, sindical, cultural queda aún muy lejos de ser paritaria; la distribución de las tierras y el acceso a su propiedad o la discriminación hereditaria siguen presentes en muchos países; el acceso a la educación, sobre todo la superior, a puestos de mando en la industria, la economía o la enseñanza universitaria, rompiendo un techo de cristal que se impone, en muchas ocasiones, tan velada como realmente. Sin contar con la violencia de género, incrementada hoy mundialmente bajo la pandemia del COVID 19, el elevado porcentaje de mujeres dedicadas al servicio doméstico o a los cuidados no remunerados. Existen aún en Europa países como Bulgaria y Hungría que no han ratificado el Convenio de Estambul. Otros, como Rusia y Azerbaiyán, no han llegado siquiera a firmarlo. Turquía y Polonia amenazan con abandonarlo. El Convenio de Estambul, vigente desde 2014, constituye la garantía de lucha efectiva contra todo tipo de violencia contra la mujer, incluida la doméstica. El ciberacoso, la pornografía, la prostitución o los vientres de alquiler, defendidos en muchas ocasiones como sinónimo de “libertad”, son otras tantas formas más de discriminación machista y de justificación de la violencia. El matrimonio forzoso, las relaciones sexuales no consentidas, el aborto forzado, la violencia tanto física como psicológica… los Estados firmantes están obligados a introducir en sus respectivas legislaciones y en sus sistemas jurídicos medidas dirigidas a la prevención, la protección y el enjuiciamiento de los infractores. Porque solo la persecución de quien infrinja la ley se convierte en garantía para la lucha contra la violencia de género. El lenguaje mismo empieza a ser reflejo de esta nueva perspectiva y, así, en vez de hablar de prostitutas hablaremos de prostituidores; en lugar de en violadas el acento lo pondremos en violadores. Hablar de derechos humanos es hablar de dignidad, de justicia y Paz, es hablar de fraternidad, de igualdad. Es hablar de desarrollo socioeconómico de los pueblos.Igualdad de derechos pero también de oportunidades para ejercerlos. Es hablar de ausencia de discriminación. Hablar de derechos humanos de las mujeres es apostar por un mundo donde todo ello sea, simplemente, una realidad. Fuente: https://tribunafeminista.elplural.com/2020/12/derechos-humanos-y-mujer-un-camino-tortuoso/
Por Houria Benaziza | 07/12/2020 | Feminismos Argelia está agitada desde el 22 de febrero de 2019 por un movimiento insurreccional de una amplitud y una índole inéditas, un movimiento transgeneracional que moviliza a millones de personas de todas las categorías sociales. Uno de los rasgos característicos del movimiento es la participación significativa de mujeres que no se contentan solo con manifestarse sino que toman la palabra, se expresan en los foros organizados al margen de las manifestaciones para alimentar los debates con reflexión e iniciativas, son miembros en toda regla de los comités de estudiantes —punta de lanza de la protesta—, están activamente presentes en las redes de apoyo a los presos políticos y de opinión, entre los cuales también hay mujeres: la portavoz del Partido de los Trabajadores (PT), Louisa Hanoun, condenada a 15 años de reclusión; Samira Messouci, representante de la Agrupación por la Cultura y la Democracia (Rassemblement pour la culture et la démocratie) elegida como miembro de la asamblea popular de la wilaya de Tizi-Ouzu; la estudiante Nour el Houda Dahmani y una ex ministra de Cultura. Es una mujer ex muyahida [1], Zohra Drif-Bitat, quien preside el comité nacional para la liberación de la portavoz del PT y de todos los presos políticos y de opinión. En un llamamiento a la población firmado el 21 de octubre de 2019, los miembros denunciaron arrestos arbitrarios y exigieron la liberación de todos los presos políticos y de opinión, así como que se pararan las políticas liberticidas y todas las medidas represivas. Esta presencia de mujeres en los espacios públicos, esta vía recuperada, constituye un hecho nuevo que no puede pasar inadvertido cuando se sabe que el terror instalado durante una guerra civil de diez años y después la losa de silencio que han impuesto sobre el país los 20 largos años del reinado Bouteflika y su camarilla, si bien han alcanzado a toda la población, han afectado particularmente las mujeres. Dejando a un lado la lucha feroz y valiente de las mujeres de las familias víctimas de los abusos perpetrados por los terroristas y los agentes del estado, en particular de las víctimas de desapariciones forzosas durante la década negra, que causó un cuarto de millón de muertes y miles de desaparecidos, la resistencia de las mujeres, tanto individualmente como en las asociaciones femeninas, redujo sus dimensiones y sus capacidades de movilización, constreñida como estaba a adaptarse al clima de hostilidad y terror. El combate de las mujeres y la guerra de liberación ¿Por qué recordar este episodio? La movilización en el seno del movimiento popular ha alcanzado un pico con ocasión de la celebración del 1º de noviembre, fecha del aniversario del estallido de la guerra de liberación, de la cual Louisa Dris-Aït Hamadouche, profesora de ciencia política con contribuciones de una gran lucidez y pertinencia, dirá que ha fecundado el Hirak. El peso y los sacrificios exigidos por esta larga y dura lucha armada contra el colonialismo fueron ampliamente asumidos por las mujeres, formaran parte de la guerrilla urbana, se hubieran unido al maquis o –hecho raramente mencionado por la historiografía oficial– hubieran opuesto una resistencia a las estrategias coloniales de desestructuración masiva del tejido social y dislocación de las estructuras de vida, sobre todo en el campo. Mujeres de la resistencia fueron torturadas y violadas en las prisiones del ejército de ocupación. Este horror impuesto a las mujeres será durante mucho tiempo silenciado por ambas partes y hubo que esperar hasta los años 2000 para que las mujeres osaran hablar y reclamar justicia. En su testimonio estremecedor de 2001 [2] y después en su libro recientemente publicado, Louisa Ighilahriz habla de una vida rota y dice que 45 años después no puede dormir. A pesar de la glorificación de ciertas figuras simbólicas –utilizada, entre otros, en el marco de la legitimidad histórica para justificar la toma de poder por el “ejército de las fronteras”–, el discurso oficial da muy poco espacio a la memoria del combate y del compromiso de las mujeres, y su silencio sobre las sevicias padecidas, en particular la violación como arma de guerra, es tanto más culpable cuanto que los mismos métodos criminales fueron utilizados contra las mujeres en los centros clandestinos terroristas. La adhesión de las mujeres a la lucha para la independencia habría podido, habría tenido que alterar el lugar y el rol que les eran asignados y sacudido los arcaísmos de todo tipo que consagran su estatus de inferioridad. No hubo nada o apenas nada de eso, incluso para la élite cuyos miembros eran consideradas ex muyahidas, que se desencantaron rápidamente después de una breve y limitada participación de algunas de ellas en la vida política. «Lo que se quebró, fue la esperanza de una redefinición de sus posiciones familiares, sociales, culturales y políticas después de la independencia» (Christiane Chaulet Achour, en Ecos literarios de una guerra, 2019). La gran poeta y militante del movimiento de liberación Anna Greki (1931-1966) fue la primera en celebrar la libertad encontrada: Nuestros muertos que te han soñado se cuentan por millares Uno solo habría bastado para que yo recuerde El trazado de los caminos que llevan a la felicidad […] El cielo independiente solo habla al futuro Nos queda en el presente la energía de la esperanza [3] Y, a continuación, puso en verso el desencanto: La independencia con su canto de gallo ¿dónde la has puesto? Quieres desangrar la granada con un cuchillo Sumergir cada cerebro en un baño de sal Que la hierba que allí crece quede a ras de piel ¿Quién es este pueblo rey este perro que es amordazado? La miseria que aúlla tiene todavía talento. ¿Cómo comprender y explicar esta realidad? En una reciente entrevista, Mohamed Harbi, actor de la lucha de liberación y conocido historiador, vuelve sobre la génesis del movimiento de liberación, respecto de la cual señala «que los dirigentes que pertenecían a las capas privilegiadas pequeñoburguesas y burguesas se apoyaron en las masas populares de una manera que obstaculizó la formación de una conciencia popular, que habría permitido a la intervención popular tener peso sobre los objetivos del movimiento». Además, la primacía impuesta de lo militar sobre lo político asfixió las veleidades de dotar a la resistencia de un proyecto de sociedad que se hiciera eco de las expectativas, aspiraciones e intereses de la gran masa que lo sostenía. Privadas del ejercicio político en un clima democrático, se impidió a las masas populares de las que las mujeres formaban parte imprimir a la resistencia la expresión de sus reivindicaciones propias y de género, no pudiendo de esta manera forjar los medios organizativos para tener peso sobre las decisiones que se tomaron después de la independencia. En estas condiciones, se dejaba a un lado la cuestión de la igualdad hombre/mujer, de la necesaria liberación de las mujeres del sistema del patriarcado y de las prohibiciones que les ponen trabas desde siempre. Entre los autores argelinos que han escrito sobre las mujeres, es la talentosa escritora y cineasta de fama mundial Assia Djebbar (1936-2015) quien mejor ha descrito la condición impuesta a las mujeres, su reclusión —«cada morada es el fondo de un callejón»—, «su silencio revuelto de susurros», «la queja ululante de las sombras veladas flotando en el horizonte», y será a las mujeres a quienes dedicará sus novelas y sus películas para darles visibilidad y prestarles voz. Y no era la UNFA [Union nationale des femmes algériennes (Unión nacional de mujeres argelinas)] —mero apéndice del partido único FLN [Frente de Liberación Nacional], aparato de estado y encarnación de la traición a las promesas democráticas, una asociación conducida por una élite privilegiada en ruptura total con las preocupaciones y dificultades de las mujeres—la que podía ofrecerles un marco para expresarse, organizarse y reivindicar sus derechos tras la independencia. A las mujeres que reivindicaban un cambio concreto de su condición, el poder establecido les replicaba que no era el momento de su emancipación, sino de la realización de tareas bastante mayores y más urgentes: «las tareas de construcción nacional». La educación de las hijas y su acceso al mercado del trabajo Las mujeres no han bajado los brazos y han aprovechado las oportunidades ofrecidas por la política de democratización de la enseñanza para mejorar su situación. Hoy, el 60% del alumnado que termina el bachillerato son mujeres, y han tomado al asalto las carreras hasta entonces reservadas a sus camaradas hombres, sobre todo las tecnológicas. La formación adquirida les ha permitido acceder al mundo del trabajo —aunque su porcentaje continúe siendo marginal—, beneficiarse de una relativa autonomía financiera y acceder, aunque sea de manera reducida, al espacio público. ¿Qué incidencia tiene este dato sobre su estatus? Si bien predominan en dos sectores importantes de actividad (la educación y la salud), la mayoría de mujeres de las mujeres directivas —quienes constituyen por tanto la base de los sindicatos autónomos de su sector, supuestamente opuestos a las prácticas de la central sindical UGTA, sometida por completo al poder— están prácticamente ausentes de los centros de toma de decisiones de sus sindicatos. Se encuentran de hecho privadas del derecho legítimo a participar en la construcción de un marco para la expresión democrática y el ejercicio de la ciudadanía, de modo que no pueden influir sobre la naturaleza de las reivindicaciones y las formas de organización ni desarrollar una conciencia política para forjar las herramientas de una emancipación verdadera. La hidra islámica y el combate de las mujeres La ideología oscurantista que ha contaminado las mentes y ensombrecido el cielo de Argelia fue insidiosamente difundida por todos los canales oficiales del poder para controlar a la población, y luego decididamente alentada para aniquilar la esperanza democrática nacida gracias al alzamiento de 1988, salvajemente reprimido. El partido islamista entonces reconocido oficialmente, el tristemente célebre HICE, tomó como blanco privilegiado a las mujeres, que mujeres fueron vilipendiadas, agredidas, amenazadas, y el velo que debían llevar para poder continuar estudiando y trabajando fue, en realidad, un velo lanzado sobre toda la sociedad. Las asociaciones femeninas, la mayoría de las cuales nacieron después de los mismos acontecimientos de 1988, constituyeron sin duda alguna, a través de su lucha para defender los derechos de las mujeres y contra la amenaza integrista que no solo ponía en peligro su porvenir, sino el de toda la nación, la parte más activa del frente social y democrático. Entre sus reivindicaciones insignia se encontraba la abrogación del todavía vigente código de familia, calificado con toda la razón de «código de la infamia», que mantiene a las mujeres en un estatus de menores de edad de por vida. Incapaces de llegar a un consenso, ambas fuerzas protagonistas de la crisis —la que apuntalaba el poder y la que lo disputaba— impusieron a la población una guerra civil en la que las mujeres pagaron un precio muy alto. Más de un centenar de mujeres de todas edades, medios sociales y profesiones fueron asesinadas, y la memoria colectiva retendrá el doloroso recuerdo de las 12 profesoras asesinadas el 27 de septiembre de 1997, cuando iban a trabajar, en una emboscada tendida por los terroristas. Se cuentan asimismo por centenares las mujeres secuestradas y violadas en los centros clandestinos terroristas, y miles vieron sus vidas destrozadas por el asesinato terrorista o la desaparición forzosa de miembros de sus familias. En relación con la violación de mujeres en los centros clandestinos, arma de guerra practicada por los terroristas, el poder adoptará la misma actitud que tras la independencia, y las mujeres víctimas del horror, a menudo con hijos, no solo padecerán un silencio vergonzoso y negador de su tragedia, sino que su drama será tabú y no encontrarán refugio más que en ciertas asociaciones femeninas. En la era de Buteflika, caracterizada por el cerrojazo de los campos mediáticos y políticos, con la población pudiendo expresarse solo mediante el recurso a las revueltas —12.000 de media cada año, según las cifras oficiales—, las asociaciones femeninas se encontraron —al igual que las demás asociaciones, los sindicatos y los partidos políticos— ante un poder que no toleraba ninguna veleidad de empoderamiento y ahogaba toda voz discordante. Y entre las voces discordantes está la de las familias de víctimas de desaparición forzosa que, en una lucha conducida principalmente por las mujeres organizadas en asociaciones (de las cuales la más conocida es «SOS Disparues»), desafiaron la represión para sacar a la luz del día su causa y reclamar verdad y justicia. Estas madres coraje, con sus sentadas semanales ante los edificios, sedes y símbolos del poder, al oponer el imperativo de la verdad y la justicia frente a la voluntad de amnesia del poder, han contribuido a mantener con sus medios la llama de la resistencia a la arbitrariedad y a la impunidad. El movimiento de las mujeres en el Hirak [5] Es innegable que el movimiento popular ha vuelto a dar aliento al movimiento de mujeres y sus asociaciones. En Bejaïa y después en Orán, en octubre de 2019, un total de 23 asociaciones de mujeres y militantes feministas han mantenido encuentros nacionales. En el comunicado del movimiento MNFA [Movimiento Nacional de Feministas Argelinas] que siguió al último encuentro, reafirman su compromiso con el surgimiento de una Argelia democrática basada en la justicia social y la igualdad ciudadana, indisociables de su lucha contra los textos normativos que minorizan a las mujeres y las prácticas sociales que bloquean su emancipación. Claramente, las asociaciones agrupadas de esta forma inscriben sus compromisos en el movimiento popular, apoyando sus reivindicaciones, alzándose contra la represión de sus actores, denunciando las decisiones económicas dudosas de los responsables fustigados por el Hirak, llamando las mujeres a movilizarse con fuerza en el seno del movimiento popular para su consecución. Este regreso del movimiento de las mujeres a la escena pública y política saldrá ganando si las moviliza para: Afirmar con fuerza sus reivindicaciones específicas sin ceder al viejo chantaje de dejarlas para más tarde en beneficio de objetivos más urgentes. Articular estas reivindicaciones dentro de las reivindicaciones colectivas. Inscribir sus reivindicaciones dentro de un compromiso con otras opciones sociopolíticas que rompan con el sistema dominante de extracción de rentas, responsable —más allá del naufragio económico— de mentalidades y comportamientos fundados sobre el arcaísmo, el parasitismo y la violencia. Organizarse según modalidades nuevas que aseguren su mayor participación en la vida política, económica y social y ser un verdadero peso en la definición de los objetivos y las decisiones que se adoptarán para su emancipación y la de la sociedad de manera más general. [Houria Benaziza (1954) fue militante del partido comunista argelino y sindicalista durante su carrera en la educación nacional. Forma parte del movimiento de madres de desaparecidos. Participa en el Hirak como feminista.] Trad.: Rosa Ana Alija Fernández Notas de la traductora: [1] «Muyahid/a» es el término que se utilizó durante la Guerra de Argelia para designar a los/as argelinos/as alzados/as en armas contra el poder colonial francés. [2] Louisette Ighilahriz y Anne Nivat, Algérienne, ed. Calman-Levy, 2001. [3] De «Juillet 1962 – El Houria», en Temps forts, Présence Africaine, París, 1966, pp. 9-10. [4] De «Les rues d’Alger», en Temps Forts, op. cit., p. 79. [5] «Hirak» es una palabra árabe novedosa que significa «movimiento» y se viene utilizando desde 2007 para hacer referencia a las protestas en diversos países árabes. Fuente: http://www.mientrastanto.org/boletin-196/notas/las-mujeres-son-el-germen-del-movimiento-popular-argelino

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